17 marzo 2014

Alergias e intolerancias alimentarias

El tema de las alergias e intolerancias alimentarias es uno de los de mayor tendencia en la actualidad debido al incremento de los casos y a que cada vez se sabe más sobre ellas.
A pesar de esto, muchas veces utilizamos estos términos indiscriminadamente sin darnos cuenta de que aunque tienen una serie de aspectos comunes, también poseen características diferenciadoras.
Por tanto, comienzo este post diferenciando las unas de las otras.

Ambas son un tipo de reacción adversa a los alimentos, es decir, una respuesta clínicamente anormal que se produce como consecuencia de la ingesta de un alimento o componente del mismo.

Las reacciones adversas a los alimentos pueden ser de dos tipos: tóxico y no tóxico. Las primeras, son aquellas que se producen como consecuencia de la ingesta de una cantidad suficiente de alimento que contiene un agente tóxico para el organismo (ya sea físico o químico) y que, por tanto, puede darse en cualquier individuo.

Las segundas, en las que nos vamos a centrar hoy, son aquellas que sólo se producen en individuos predispuestos. Es decir, los síntomas se van a desarrollar tras la ingesta de una cantidad de alimento o compuesto del mismo que es perfectamente tolerada por el resto de los individuos sanos.

Principales causas de alergias alimentarias
Principales causantes de alergias alimentarias


Este tipo de reacciones adversas se clasifican en función de la participación o no del sistema inmunitario en su desarrollo. Así, aquellas en las que sí interviene se denominan alergias, mientras que aquellas en las que o no participa o no se ha podido demostrar este hecho, son las intolerancias.

Por tanto, las alergias, con las que vamos a comenzar, son reacciones adversas a los alimentos de origen no tóxico desencadenadas por una respuesta inadecuada del organismo ante un alimento o compuesto de los mismos.

Esto significa que nuestro sistema inmune detecta un componente de los alimentos como si fuera un agente dañino para él y lo ataca para eliminarlo. A este compuesto se le denomina alérgeno e, independientemente de su origen o del alimento en el que se encuentre va a ser de naturaleza proteica.

·         Alergia a la proteína de leche de vaca:

·         Esta patología es la más frecuente en niños y bebés ya que a través del consumo de leche estamos introduciendo las primeras proteínas extrañas en el organismo.  Sin embargo, este fallo de sistema inmunológico suele deberse a la inmadurez del mismo por lo que el pronóstico es positivo ya que suele lograrse tolerancia en el 85% de los casos al alcanzar los tres años de edad.

·         Hay que saber que puede darse tanto en niños que toman leche materna como en aquellos que se alimentan con fórmulas para lactantes aunque en los primeros los síntomas aparecerán varias horas después de la ingesta de leche por parte de la madre, y en los segundos, pocos minutos después de la primera toma.

·         Los síntomas son, en la mayoría de los casos cutáneos (urticaria o eritema), respiratorios (tos, rinoconjuntiitis), digestivos (vómitos y diarreas) y, en los casos más graves, anafilaxia.

 

·         Alergia al huevo:

·         Esta patología, al igual que en el caso anterior, es más frecuente en niños que en adultos de manera que aunque el diagnóstico en los más pequeños sea bastante habitual, son muchos los casos en los que se logra alcanzar la tolerancia.

·         Se produce fundamentalmente al introducir en la alimentación de los más pequeños la clara (debido a su elevado contenido proteico), especialmente si la primera toma de contacto se produce antes del año de edad.

·         Es importante tener en cuenta que los síntomas pueden aparecer con la primera ingesta (siempre que haya habido una sensibilización previa) o incluso sin tomar huevo como tal (sólo con, por ejemplo, medicamentos que contengan alguna de sus proteínas).

·         En este caso, las manifestaciones más frecuentes son las de tipo cutáneo, seguidas de las digestivas y respiratorias.

·         Alergia al pescado y crustáceos:

·         Se trata de la tercera alergia más frecuente por detrás de la leche de vaca y el huevo y se ocasiona por la histamina generada por el propio alimento al descomponerse o cuando ha sido contaminado por el parásito Anisakis.

·         Por tanto, en el segundo caso se puede evitar con métodos sencillos como evitar el consumo de pescado o marisco crudo o poco cocinado o congelándolo siempre durante al menos 72 horas a -20ºC.

·         Se da fundamentalmente en menores de seis años y se manifiesta en forma de urticaria, angiodema o shock anafiláctico.

·         Alergia a la fruta:

·         Su importancia se debe a que la producción y consumo de frutas son muy elevados en nuestra área geográfica.

·         Las principales frutas que la generan son el melocotón seguido del kiwi, la papaya, el aguacate, el plátano, las fresas, las frambuesas y las grosellas.

·         Dentro de esta patología se puede distinguir entre dos cuadros, uno más leve asociado a picor y angiodema en la cavidad bucofaríngea, y otro más grave  e intenso en el que aparecen síntomas cutáneos, respiratorios e incluso, anafilaxia.

·         Alergia a los frutos secos:

·         Es una de las más graves ya que empieza en la edad temprana y se mantiene en la vida adulta.

·         Si es leve, su manifestación se limita a una erupción cutánea, nauseas, dolor de cabeza e inflamación de la lengua y los labios.

·         Por el contrario, en los casos más graves, la ingesta de una ínfima cantidad de estos puede ocasionar un shock anafiláctico.

·         Aquellos que la causan con mayor predominio son los cacahuetes.


A continuación, hablaremos de las intolerancias, que son una reacción adversa a los alimentos de tipo no tóxico en la que, a diferencia de las alergias, o no participa o no se ha podido demostrar la intervención del sistema inmunitario.

En la actualidad, se puede decir que las intolerancias más frecuentes son a la lactosa, a la glucosa y al gluten (celiaquía).

·         Intolerancia a la lactosa: Alteración que se puede dar en diversos grados de intensidad y que se debe a un déficit del enzima lactasa. La lactosa es un hidrato de carbono constituido por la unión de dos azúcares simples: glucosa y galactosa. La lactasa es el enzima que se encarga de romper este enlace permitiendo la absorción intestinal de ambos azúcares. Esta deficiencia, que se puede deber a causas genéticas o farmacológicas, produce un aumento de la concentración de solutos en el tracto digestivo lo cual a su vez produce un aumento de agua en el mismo y, en consecuencia diarrea, dolor abdominal, vómitos, gases abdominales…

Si se nos diagnostica, deberemos eliminar de nuestra dieta la leche y sus derivados aunque esto depende del grado de intolerancia que padezcamos ya que hay personas que aunque no toleran la leche si admiten el consumo de yogures o quesos u otras que no resisten ni siquiera las pequeñas trazas que puede haber en el pan o la pasta.

La principal complicación, desde el punto de vista nutricional, que se nos puede presentar con esta patología es la deficiencia de calcio y vitamina D, por lo que es muy importante que tomemos alimentos que también nos los van a aportar como las sardinas en lata o algunos frutos secos o que tomemos alimentos enriquecidos con ellos.

·         La intolerancia a la glucosa es un paso previo a la diabetes ya que se trata de una patología caracterizada porque el que la padece presenta niveles elevados de glucosa en sangre pero aún no alcanzan los valores diagnósticos de diabetes. Puede deberse bien a una deficiencia en la producción de insulina o bien a una resistencia a la misma. Es decir, impedimento para que ésta pueda desarrollar su función en los órganos diana. Los primeros síntomas que se pueden notar de esta patología son un hambre voraz, mucha sed y frecuentes ganas de orinar.

Cuando se padece, no es necesario eliminar de manera estricta ningún alimento de la dieta, eso sí, deberemos alcanzar en los casos necesarios o mantener en todos ellos un peso saludable, reducir el consumo de alcohol, grasas y azúcares sencillos y aumentar el ejercicio físico, los hidratos de carbono complejos y la fibra.

·         La intolerancia al gluten o celiaquía es una intolerancia permanente a algunas proteínas del gluten que provoca una atrofia de la mucosa intestinal y, por tanto, reducción de la absorción de nutrientes que se manifiesta con un amplio abanico de síntomas: vómitos, diarrea, retraso del crecimiento, irritabilidad, distensión abdominal, dermatitis o tiroiditis.

Una vez que hemos sido diagnosticados con esta patología, el único tratamiento posible es llevar a cabo una dieta en la que la ausencia de gluten sea estricta ya que esta es la única manera de que nuestra mucosa intestinal se recupere y, con ella, desaparezca toda la sintomatología asociada.

Para ello, hay que suprimir el consumo de trigo, cebada, centeno, avena, espelta, tritikale y todos los productos derivados de ellos como pasta, pan, galletas, harinas, espesantes…

Por el contrario, se podrán mantener todos aquellos productos frescos y naturales que no lo contengan: carnes, pescados, huevos, legumbres, grasas… De esta manera nos va a ser posible llevar una alimentación completa y sana.

Bien pues ahora ya sabemos cuáles son las características de cada una de estas patologías y vamos con una de las cosas más importantes, cómo evitar los brotes.

Hay que saber que aunque existen diversos tratamientos para tratar los síntomas, el único método eficaz en estos casos es eliminar de la dieta el alimento o compuesto alimentario que nos los produce.

Esto es importante ya que de  esta manera no sólo no se producirán los síntomas, sino que se ha demostrado que en muchos casos, el hecho de llevar durante un periodo de entorno a dos años una dieta restrictiva en lo que se refiere al compuesto alergénico, nos permite desarrollar una tolerancia de diversos grados.

Llevar una dieta restrictiva en un determinado alimento o compuesto puede resultar bastante complejo por lo que es importante conocer una serie de trucos sencillos:

v  Leer adecuadamente el etiquetado de los productos. Hay que tener en cuenta que cada persona presenta un grado diferente de alergia o intolerancia y que, por tanto, esto es de especial importancia en los casos más graves. Así, no sólo deberemos estar atentos a aquellos términos como leche, huevo, frutos secos o gluten que nos hará retirarlo inmediatamente; sino también a otros que pueden pasar más desapercibidos como aquellos que contengan caseinatos, lacto u ovoalbúmina, lactitol, espesantes…

v  Conocer la lista oficial de aquellos alimentos que suelen o pueden presentar nuestro compuesto a evitar.


v  Reducir el consumo de productos industriales desconfiando especialmente de aquellos en los que no se especifiquen detalladamente los ingredientes. Por el contrario, aumentar el consumo de alimentos naturales y frescos.

v  No introducir los diferentes alimentos a los niños pequeños antes de tiempo. Se ha comprobado que actualmente una de las principales causas del desarrollo de alergias en los más pequeños es el hecho de suministrárselos antes de que su organismo (y en concreto sus sistemas digestivo e inmunológico) estén preparados para ello. Además, la lactancia materna también juega un papel esencial como protector mediante la transmisión madre-hijo de anticuerpos.

v  Cuidado con las técnicas culinarias en las que se emplea el aceite ya que no podremos emplear el mismo para cocinar aquellos alimentos especiales para alérgicos o intolerantes que aquellos para los que no lo son.  Lo mismo ocurre con el agua: No se puede emplear el mismo agua para la cocción de pasta normal y pasta sin gluten ya que contaminaremos la segunda.

v  La higiene juega en este caso un papel aún más esencial ya que a través de las manos o de los diversos utensilios de cocina también podemos transmitir el compuesto implicado en la alergia o intolerancia.

v  Finalmente, hay que prestar también atención a los medicamentos y avisar siempre a nuestro médico o farmacéutico de que somos alérgico o intolerantes ya que muchos de estos compuestos contienen pequeñas cantidades de estos compuestos y que por tanto pueden ocasionar el desarrollo de la sintomatología.

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