02 diciembre 2013

" Haz que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento"

En invierno, las bajas temperaturas, el estrés o el descanso insuficiente, entre otros motivos, pueden debilitar nuestro sistema inmune y hacernos más sensibles a resfriados, catarros y diversas infecciones.

En muchos casos, no hace falta que recurramos a fármacos para reforzar nuestras defensas, pues, como ya decía Hipócrates, podemos hacer que nuestro alimento sea nuestra medicina y nuestra medicina nuestro alimento.

De manera general, una dieta equilibrada, en lo que al aporte energético se refiere, mejora la capacidad inmunológica del organismo. De esta manera, consumiendo un exceso de calorías o, por el contrario, no cubriendo nuestras necesidades en este plano, hacen que nuestro organismo no se pueda defender satisfactoriamente.
Haz que tu alimento sea tu medicina y tu meicina tu alimento
"Haz que tu alimento sea tu medicina y tu medicina tu alimento"

                                         


Sin embargo, no sólo debemos mirar la dieta a nivel global, sino que también hay que saber que determinados nutrientes que pueden ayudar a nuestras defensas. Aquí, vamos a ver algunos ejemplos.

La vitamina C o ácido ascórbico, es un compuesto que, a diferencia de otros seres vivos, los humanos no podemos fabricar y tenemos que conseguir por medio de la dieta. En concreto, consumiendo frutas, fundamentalmente cítricos como la naranja y el kiwi; y verduras como el tomate, las coles o los pimientos.

Hay evidencias de que ayuda a prevenir el riesgo de ciertos tipos de cáncer de mama y de boca, es beneficiosa para el tratamiento del resfriado común o para el descenso y control de la tensión arterial entre otras.

La vitamina E es un antioxidante y, por tanto, ayuda a proteger al organismo frente a los radicales libres, moléculas perjudiciales para el organismo que pueden tener su origen en el medio externo o ser el resultado de diversos procesos metabólicos del organismo como la digestión.

Se encuentran en aceites vegetales, en las nueces, en diversas semillas y en verduras de hoja verde.

La vitamina A y sus precursores, los carotenos son, al igual que la anterior, unos compuestos antioxidantes que juegan un papel importante para mantener una visión adecuada, un óptimo crecimiento de los huesos, desarrollo adecuado del aparato reproductivo y funcionamiento correcto del sistema inmune.

Se encuentran fundamentalmente en las frutas y verduras de colores intensos como las zanahorias y en productos de origen animal como el hígado y la leche entera.

Dejando a un lado las vitaminas, también los minerales juegan un papel esencial en la protección de nuestro organismo.
Alimentos como medicamentos
Una buena alimentación es, en la mayoría de los casos, suficiente para proporcionarnos todos los nutrientes que necesitamos


Así, el hierro participa en la multiplicación y crecimiento de las células del sistema inmune. Esto provoca que si nuestra ingesta de este nutriente es insuficiente, seremos más vulnerables a infecciones. Lo podemos encontrar en carnes rojas, pescados como las sardinas y en crustáceos.

El zinc es otro compuesto de origen mineral imprescindible para el buen funcionamiento de los órganos linfoides. Es decir, aquellos que producen linfocitos, un tipo de leucocitos encargados fundamentalmente de la defensa externa del organismo.

Es abundante en el hígado de diversos animales, en el marisco, en quesos curados o en legumbres. Hay que tener especialmente cuidado con él porque ya que su deficiencia es relativamente frecuente en niños, ancianos, mujeres embarazadas o que dan el pecho y en vegetarianos.

En resumen, una dieta rica y con variedad de frutas, verduras y hortalizas, pero en la que también tengan cabida, aunque con moderación, productos animales como el hígado o el marisco, va a ayudarnos a protegernos frente, entre otras patologías, los temidos resfriados propios de esta época del año.

Por último, recordar que muchos de los nutrientes que hemos visto anteriormente son sensibles a determinados tratamientos culinarios. Por ello, es preferible preparar los alimentos que los contienen asados, hervidos o al horno; así como evitar aquellos muy condimentados o ricos en grasas.

En el caso de las frutas y verduras, mejor frescas y de temporada. Hay mil maneras de prepararlas: en ensaladas, macedonias, zumos... ¿Cuál prefieres?





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